Desde que puedo recordarlo, siempre recibí de mis mayores – y desde sus distintas perspectivas y experiencias- la enseñanza de los atributos de Dios Padre.
De mi abuela paterna, por su permanente práctica de la oración, me enseñó que Dios es omnisciente y siempre me escucha. En la escuela bíblica, mi maestro José me contaba que Dios es poderoso y sublime; de mi maestro Boby aprendí que Dios es cercano y fiel, y de mi maestra Susana, que Dios es tierno y compasivo. Y ya a lo largo de los campamentos de niños a los que asistí, se completó ese abanico de atributos: Dios creador, Dios perdonador, Dios justo, Dios bueno, Dios de amor. Y qué tremenda huella dejaron esas enseñanzas en mi corazón de niña y adolescente, que permitieron que siempre fueran estandartes en mi vida, hasta el día de hoy, por la gracia de Dios (que curioso…otro de sus atributos). Son verdades que uno ha recibido, y que las lleva como vísceras dentro de uno, imposibles de desprender.
Y “el tiempo va pasando por la vida”, o “la vida va pasando por el tiempo”…y si el corazón está dispuesto, vamos descubriendo aún más de esas riquezas de Dios. Y esa es la palabra a la que quería llegar: tiempo. Y entonces descubro también algo más del Creador: que es un Dios rico de tiempo. Y como una paradoja, Él, que está más allá del tiempo, o fuera de Él… se amolda al mío, al tuyo... que es tan fugaz, tan finito. Se acomoda al nuestro, corto y limitado, para darle sentido a nuestra vida…hecha de tiempo. Se hizo parte del tiempo al encarnarse en un niño en pañales y habitar entre nosotros.
Y en ese, nuestro tiempo, Él nos espera, (y pensar que siempre creemos que somos nosotros los que lo esperamos a él. En sus respuestas a nuestras oraciones, por ejemplo). Él nos espera con nuestras dudas, vaivenes e indecisiones. Nos espera para darnos otra oportunidad; nos espera en la puerta como me imagino que esperó un largo tiempo el padre del hijo pródigo.
Él es un Dios eterno, y ha puesto eternidad en nuestro corazón, entonces, ¿por qué vivimos en una carrera contra el tiempo? ¿Por qué ese afán por terminar algo, si después algo nuevo va a empezar? ¿Por qué corremos hacia lo urgente, y abandonamos el tiempo para lo importante? ¿Por qué de adolescentes queremos que el tiempo pase rápido, y de adultos deseamos que pase más lento?
Los nostalgiosos añoran el tiempo pasado, y los ansiosos quieren llegar a ese tiempo que esperan. Planificamos nuestras vidas en base al tiempo, y cuánta frustración genera en algunos que las cosas no se cumplan en ese, que a su parecer, es el tiempo señalado. Hay algunas esperas que son devastadoras.
El tiempo, bendito tiempo. Diseñado por Dios para que transcurran nuestras vidas, a través del cual Él se manifiesta a nosotros y nos moldea; por el cual avanzamos, y crecemos, y soñamos. A través del cual todo pasa, entre “el tiempo para nacer y el tiempo para morir” como lo expresó el rey Salomón.
Un Dios rico de tiempo porque es eterno, porque sabe esperarnos; porque a través de él sana heridas, porque sabe que necesitamos ese tiempo para entender cosas difíciles; para que adquiramos experiencia, para hacer más sabia nuestra vida. Para que comprendamos que “todo tiene su tiempo bajo el sol”, y para que sepamos redimirlo, aprovecharlo, valorarlo…
Es que acaso, ¿no sentimos satisfacción cuando hacemos las cosas ‘a tiempo’? Cuando presentamos algo ‘en tiempo’ y forma. Cuando nos damos cuenta de algo ‘a tiempo’. Cuando abandonamos algo que no nos hace bien ‘en el tiempo justo’. Cuando estamos en ese lugar ‘a tiempo’. Cuando ‘me tomé el tiempo’ para pensarlo bien. Cuando ‘me tomé el tiempo’ necesario para orar. Cuando puedo ‘darle de mi tiempo’ al otro. Cuando entiendo que hay ciertas cosas que ‘necesitan su tiempo’. Y el tiempo más maduro de todos: cuando entiendo y acepto que hay un tiempo en el que ‘es necesario esperar’, porque “en sus manos, están mis tiempos”…
Por eso, leamos juntos estos versículos, para traer más entendimiento a nuestros tiempos:
“Todo tiene su tiempo, y todo lo que se quiere debajo del cielo tiene su hora.
Tiempo de nacer, y tiempo de morir; tiempo de plantar, y tiempo de arrancar lo plantado; tiempo de matar, y tiempo de curar; tiempo de destruir, y tiempo de edificar; tiempo de llorar, y tiempo de reír; tiempo de lamentar, y tiempo de bailar; tiempo de esparcir piedras, y tiempo de juntar piedras; tiempo de abrazar, y tiempo de abstenerse de abrazar; tiempo de buscar, y tiempo de perder; tiempo de guardar, y tiempo de desechar; tiempo de romper, y tiempo de coser; tiempo de callar, y tiempo de hablar; tiempo de amar, y tiempo de aborrecer; tiempo de guerra, y tiempo de paz.” Eclésiastés 3: 1-8 (RV60)
“En tu mano están mis tiempos” Salmo 31:15 a (RV60)
“No nos cansemos de hacer el bien, porque a su tiempo cosecharemos, si no nos desanimamos”. Gálatas 6: 9 (RVC)
“Espera al Señor; esfuérzate y aliéntese tu corazón. Sí, espera en el Señor”.
Salmo 27:14 (LBLA)